Whitman, el tirador asesino
de la Torre
de Austin
En la mañana
del 1 de agosto de 1966, cuando Charles Whitman subió a la torre del reloj que coronaba la biblioteca
de la Universidad de Texas en Austin, el autor de estas líneas estaba en el
piso de Charles A. McBride, un colega profesor de español en la misma
Universidad que había traducido a nuestro idioma poesías de Robert G. Burns, habiéndome solicitado que puliera su castellano.[i]
Estando en la
casa de McBride recibí una llamada de mi
mujer comentando que algo grave sucedía en el campus. Al menos un tirador se
había encaramado a lo más alto de la torre de la universidad, a 70 metros del
suelo, y disparaba a cuanta persona veía desde arriba, especialmente a quienes
circulaban por la calle Guadalupe. Mi mujer estaba nerviosa porque nuestro
alojamiento de Brazos St. estaba bastante
cerca de la torre y no sabía nada de mí.
Se
desconocía el número de los matarifes --bien
que desde un pequeño avión se observó que sólo era uno- y tampoco se podía
cuantificar el número de las víctimas. El episodio veraniego se sumaba a otro ocurrido
el 18 de julio del año anterior en el que Susan Rigsby y Shirley Ann Stark fueron
asesinadas por el estudiante James C. Cross de 22 años --que el año anterior
había salido una docena de veces con Shirley-- a quien las viajeras habían solicitado usar su cuarto de baño para
ducharse y aliviarse de los sudores del viaje desde Dallas al no tener listo su alojamiento hasta horas más
tarde.
Charlie
McBride me acercó a mi casa no sin riesgo.
Betty Jean –nuestras bodas de
papel se cumplirían veintiún días
después-- me puso al tanto de las últimas noticias: que se hablaba de muchos heridos y al menos diez
muertos. Al final supimos que los
asesinados fueron 15 y 32 los heridos; en la víspera, había matado también a su
madre y a su mujer; según dejó escrito las amaba, pero quería
privarlas de los sufrimientos de este mundo y ahorrarles la vergüenza
que les produciría el conocimiento de
sus acciones posteriores. Whitman había tenido trato con las armas desde niño
aleccionado por un padre autoritario y fue un ex marine que obtuvo el rango de
Eagle Scout: por cada bala, un caído.
Nadie mejor
que Alberto Lacerda aglutinó la simbología del lugar y las sensaciones que el
criminal había dejado en la comunidad universitaria. El amigo y laureado poeta mozambiqueño
que fue profesor invitado de la universidad, escribió en el poema Austin-Texas ou Uma Homenagem Inesperada a Jean-Luc Godard[i]:
A torre é
una máquina celibatária
Que mata com
eficiência americana.
Ahora, 50
años después, acaba de permitirse a los estudiantes de Austin y de las otras universidades
públicas de Texas que lleven armas ocultas
al deambular por el campus, al ir a
clase o entrar en los despachos compartidos por varios profesores. Texas es el
octavo estado norteamericano que lo aprueba. Poco importa la opinión de quienes
tienen pensamientos críticos o vivimos aquello;
nos queda llevar las manos a nuestras
cabezas.
Whitman fue muerto
por un pequeño grupo de policías y civiles que lograron subir a la torre; el agente Ramiro Martínez descargo las seis balas de su
revólver sobre el sorprendido ex marine y recibió dos disparos en la cabeza de Houston
McCoy. Antes de ser abatido, una multitud de civiles armados –muchos llevando
el típico sombrero tejano para librarse del sol—se personó en el lugar y cercó la
torre disparando desde abajo sus pistolas o rifles, lo que sirvió para dificultar
el trabajo asesino de Whitman y ayudar a la policía. No obstante, todavía hoy
el recuerdo de aquella multitud disparando me da un miedo parecido al proporcionado
por el tirador de la torre.
La autopsia descubrió que Charles Whitman sufría un
tumor cerebral agresivo que se había apoderado de él. Consciente de sus
sufrimientos, aunque sin saber el motivo, dejó escrito en su diario: “algo no funciona dentro de mi” y “he
sido la víctima de pensamientos inusuales e irracionales”
NOTAS.:
[i] El libro contenía
los poemas de Robert Grant Burns bajo el
título Mundo Tranquilo (Quiet World)
de cuya 1ª edición bilingüe me ocupé y se publicó en Orion, Madrid, 1967.
[ii] Alberto Lacerda,
Selected Poems en portugués con traducción al inglés del autor, The Humanities Research Center, The University of Texas, Austin, 1969, pg.. 88