domingo, 13 de marzo de 2016

EL VINO CRIANZA YA NO SABE COMO ANTES…

Se dice que la producción del vino ha mejorado porque ahora está en manos de profesionales. Lo cierto es que antes abríamos una botella de crianza, llevábamos los labios a la copa y nos inundaba el bouquet; los aromas terciarios entraban satisfaciendo al olfato y el paladar. Mientras los vinos reserva se dedicaban a  las grandes celebraciones, un buen crianza servía para el trance aludido y, alzando la copa, ver lágrimas corriendo hacia el fondo.

Tales experiencias  casi son un recuerdo. La botella tiene la misma etiqueta de hace 40 años, contiene las mismas o mejores sugerencias y el sello  de la denominación de origen, pero el vino no sabe lo mismo. Un amigo observaba: “Desde que los chinos se llevan nuestro vino a espuertas no sabe igual.

Tampoco el rioja  español en USA sabía igual cuando yo andaba por allí;  los vinos extranjeros se importaban como elaborados para agradar el paladar norteamericano y menos mal que ellos competían poco porque el vino que producían hasta los años 70 del siglo pasado no pasaba de cosechero almacenado en grandes tinas de aluminio. Los norteamericanos han comprado galones de Gallo Winery o de la Bronco Wine Co., productor de millones de cajas a dos pavos la botella; se salvaban los Taylor neoyorquinos. También sucedían cosas admirables;  la venta de alcohol y sus impuestos servía para sufragar los costes de la educación en  el estado de Pensilvania.

Botella y vaso de vino



España ha redoblado su producción con creces. Así defiende su tercera posición como productor mundial mientras los norteamericanos se posicionan  cuartos y soplando en la nuca; mientras nuestras botellas pierden bouquet, las americanas mejoran en calidad y variedad. ¿Por qué? Hay cosecheros de la Rioja que han abandonado la denominación de origen porque prefieren la calidad a la cantidad,  el vino que sale de su viña a mezclarlo con el de otros andurriales; la norma de algunos es tener cantidad para vender y hacer agosto. Ya cuenta poco o no cuenta el orgullo del país, de región o  de la comarca. Sucede con el jamón y el vino, y también con otros productos; la mantequilla de Soria entre las excepciones.

Mi tío Ricardo Gullón (q.e.p.d.) nos invitó a mí y mi mujer a pasar las Navidades en Nueva York hace ya bastantes años. Con vistas a celebrar la Nochebuena nos desplazamos a un abarrote de la famosa 42nd Street regido por gente nuestra que ofrecía toda clase de productos gourmet españoles. Nos llevábamos unas latas de anchoas, mejillones y berberechos, aunque después  de pagar, mi tío exclamó: “¡Menos mal que el comercio mundial ha caído en manos de los judíos porque de haberlo hecho en manos españolas estaríamos aviados!
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