…en el diván están los humanos en lugar del perro
Lo ha escrito el periodista Jordi Pérez Colomé en El País a propósito de perros y
psicólogos de caninos, y leyéndole, uno saca la conclusión de que estos
animales padecen porque no sabemos comprenderlos o tratarlos; pasados unos
meses, les deprimimos. Algunos humanos los medican como se medican ellos y el
Sr. Pérez cierra con un enigmático: “Para
algunos, el Prozac funciona”.
¿Pero qué me dicen de los escualos de Groenlandia
capaces de vivir de cuatro a cinco siglos, o de la almeja de Islandia que supera los
quinientos años; seguro que algún gourmet preguntará: ¿Y a qué sabe? Todo porque
llevan una vida lenta, tan lenta que el primer kiki se lo echan a los 150 años de edad sin que se sepa cuánto dura.
Hace tal frío en esos mares que el metabolismo y la vida celular son de un
ritmo muy inferior. Si Josep Pla hubiera sabido de estas cosas no hubiera
titulado La vida lenta a uno de sus libros; hasta
el loro de nuestros bisabuelos pasando de generación en generación parece
ridículo ¡y dejemos en paz a nuestros centenarios! Nos sacan los colores. Y no
tienen enfermedades mientras que entre nosotros abundan más que el krill en los mares. Que aquéllos son únicos
es decir poco. Nuestra memoria les resultaría infantil si pudiesen leerla. Aquí la única
vida lenta la lucen los políticos; sólo tienen que abrir
un párpado para que les pongan pañales.
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