miércoles, 5 de agosto de 2015


…¡TORTOSA, LA CAPITAL DE ESPAÑA!...


Mi hija Virginia tenía ocho o nueve años. Habíamos disfrutado de las vacaciones veraniegas en la Playa del Chupete de Gandía y, de vuelta, trasbordado en Valencia al tren regional que nos llevaría a Tortosa. Cuando Virginia supo que estábamos próximos a  la estación, alzó los brazos y estirándose cuanto pudo gritó  con  fuerza: “¡Tortosa, la capital de España! El pasaje rió con ganas y muchos aplaudieron.

Virginia ha franqueado tres décadas y ha  vivido en Portugal, Brasil, Uruguay y ahora lo hace en Carolina del Norte (USA); por medio, ha visitado  multitud  de otros países, pero sigue siendo una amante acérrima de la ciudad que la vio nacer, con amigas tortosinas, algunas igualmente viajeras como ella. Tortosa abre y cierra las válvulas de sus corazones entrañablemente.

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Muchas veces he recordado el gritó de mi hija y he pensado que si gente de La Puebla de Hijar, de Villafranca del Bierzo, de Miyares en Asturias, o de Tomelloso,… diera uno semejante se fortalecería esta España nuestra y tendría más vigor en los corazones de sus ciudadanos. Las palabras diputación, provincia, región y no digamos autonomía o Estado tienen valor político, pero carecen de la enjundia que la tierra chica despierta en nuestro ser porque somos España por haber nacido en Cacabelos, Celorio, Garbayuela, Archena o Azofra…

La televisión nos trae y lleva de Madrid a Barcelona y vuelta con desvíos ocasionales, pero es poco fedataria de la existencia de nuestros pueblos salvo que algún acontecimiento --generalmente episódico o accidental--  interese, o crean los de la televisión que interesa. Nuestros pueblos nunca bendicen la muestra de sus acontecimientos perversos, y añoran la exhibición de sus excelencias y singularidades.

¿Qué costaría reeditar aquellos programas territoriales que hacían  país? A la entrada de los pueblos norteamericanos puedes encontrar un cartel avisando de que en ese condado (provincia) no hay médico, pero probablemente encontrarás un poste metálico terminado en plancha rectangular que destaca el nombre de algún lugareño que sobresalió  o de alguna hazaña de sus gentes  que todavía hoy honra a la patria común. Nuestros pueblos existen muy ignorados y a veces mueren sin tumba ni, por supuesto,  epitafio, pero los que existen son España sin discusión, corazón y capital de España para siempre.

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