sábado, 21 de noviembre de 2015


EL   FILÓSOFO   Y   LOS   PROFESORES



Semanas atrás se pedía que las mujeres cobraran igual que los hombres, pero el arrebato disconforme de  ahora alcanza a los profesores: los buenos no pueden cobrar lo mismo que los peores. El terremoto consonante conduce a preguntarse si la idea se ampliará a los políticos, los funcionarios de esto y de  lo otro, los médicos y enfermeras de la SS… Se levantan teorías sobre quiénes deben valorar la calidad, con gente que respalda a la  Hacienda o la Administración General de Loterías...  mientras casi todos se preguntan sobre si tienen  responsabilidad  quienes te diplomaron para ser profesional. Se descubre que el seísmo ha sido cosa de un filósofo a quien  encargaron elaborar un informe y la mayoría también se pregunta: ¿habrá influido que los filósofos estén razonablemente resentidos porque la filosofía  desaparece de los planes de estudio?





La Universidad de Harvard solía pagar poco si dabas una conferencia en su recinto al asumirse que la categoría del lugar se trasladaba al orador y repercutiría en  mayor beneficio. Pero aquí las cosas son de otra manera porque nuestras  universidades no figuran en el centenar de las mejores, los institutos sabe Dios dónde quedan y los colegios… En nuestra adorada España, las cosas no se evalúan como ahora se pretende: hasta el momento se han resuelto  jugando a buenos y malos – si llegaba el caso, utilizando  las tizas como proyectiles en la refriega educacional y dejando el letrero  de Burro para el  menos bueno.

El sosiego, la prudencia, aconsejan que nadie debe mal emplearse fuera de su actividad principal; el filósofo, que también  es definido en el diccionario de  la RAE como hombre virtuoso y austero que vive retirado y huye de las distracciones y de los lugares muy concurridos, hace muchísimo tiempo que en España  vive machacado desde que le sustituyeron los curas, los sociólogos después, y no digamos desde que los políticos han prescindido del territorio de las ideas. Si  les echamos del aula,  puede que su reciclado final sea el de escribir  informes que  agiten más de lo previsible las aguas de la convivencia social. Y hasta puede ser bueno me  comenta Mefisto.
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