OJOS PARA VER…
Es evidente que
el último borracho que colisionó con la
famosa farola de la Castellana ni la flexionó ni dejó marca y quizás por eso
tocó la china a don Luis enredandole su paracaídas en el último desfile militar cuando descendía con la enseña nacional. El Ministerio del Interior
que tanto se preocupa por la seguridad y el buen fin de los usos y costumbres,
habría de ordenar un seguimiento de la farola en cuestión para evitar nuevos
infortunios, dadas sus veleidades y el lugar estratégico de su localización.
Pero el gran susto de la festividad nacional me lo llevé por la tarde-noche,
cuando saltaron los equipos de España y Noruega y, formando sus jugadores en
línea haciéndose bigardos para
escuchar los himnos patrios, observé que casi todos los niños que formaban delante
de ellos llevaban gafas. Me acordé de mis nietos y su desmedida afición a las
tabletas y pensé que los niños noruegos, además del uso personal, añaden el tiempo que
emplean trabajando varias horas al día con sus ordenadores en las aulas de sus
colegios. ¿Llegarán los nuestros a tener cuatro ojos o se trata de una moda
infantil para ver los partidos mejor que el VAR? Ya decía mi abuela que siempre cuatro ojos ven más que dos y diez ven más que el resto.
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