jueves, 18 de octubre de 2018




HORRORES EN LA PRENSA

La prensa viene dedicándose a contar cuanto sucede en Madrid o Barcelona casi con exclusividad. Las noticias del resto del territorio se relacionan con catástrofes,  crímenes horrendos y, por supuesto, la corrupción rampante sin dejar de aburrirnos con el soniquete político.

Lo de los sustos y horrores es un vicio; por ejemplo, ya no puedes ir tranquilo a una piscina sin pensar que puedes aspirar la ameba comecerebros  que al poco te dejará tan lamido como estirado. Comentaron que un cuadro de Bansky se autodestruyó después de haberse vendido por un millón de euros y lo compensaron con otra noticia sobre la aparición de un pequeño oleo de Goya, Visión fantasmal, con perfil, volumen y cuernos adornando a un fantasma que meterá miedo  en  el Jalogüín.

El horror ya no es inglés; ahora reina en España. Te vas a bañar en la playa y te saltan seres vociferantes de las olas. Vas al cine y te sientes aherrojado al asiento por las imágenes que te envuelven al poco de empezar la función. Acudes al Bernabéu y parecen de vuelta los tiempos de Barinaga; el Madrid ya no tiene quien marque un gol.  Invitas a un amigo a copas en casa y ¡cuidadín! ¡cuidadín!...

Ameba ‘comecerebros’, un parásito mortal

Anne Wojcicki, cofundadora y directora ejecutiva de 23andMe, compañía de genómica personal y biotecnología, relata (en El País (8/10/18) que humanos y especies estamos hechos de la misma combinación de los cuatro elementos químicos  de nuestro ADN: adenina, citosina, guanina, y timina (ACGT). Ahora bien, mientras existe un 0,5 por ciento de diferencia entre nuestro ADN y el de cualquier otra persona del planeta, unos pocos y simples cambios en los elementos y tu ACGT podría haber sido el de tu vecino o el de una banana. ¿Sería peor nacer bellota con destino al hocico de  un cerdo? 

Además la prensa desvela otras cosas flipantes. Si El País (12/10/18) trae la noticia horrorosa de que varios estudios han identificado la edad exacta de cuando hombres y mujeres seremos infieles (casi siempre a los 7 años de empezar una relación de pareja y, después, cuando un 9 se mete en nuestros cumpleaños), te das una vuelta por la India, te subes a un autobús y te quedas engrifado viendo como el conductor se toma un descanso y deja que un mono conduzca diez minutos con el plácet de los viajeros…

La prensa no descansa y el país  ha desarrollado un  gusto por el horror y el alarmismo. Y cuando el horror sobreviene de verdad parece que algunos se frustran porque el Leslie no fue lo voraz que se suponía cuando en Mallorca, Málaga, el Mediterráneo y quienes viven cerca del Ter  sí que han conocido el horror y padecido el terror.



miércoles, 3 de octubre de 2018



HOSPITALES


Mi segundo hijo nació en un hospital de Lancaster (Pensilvania). El protocolo de visitas autorizaba la mía sin exceder las dos horas ni extenderse  a nadie más incluido mi hijo mayor (con tres años desarrolló un síndrome de abandono por parte de la madre que tardó algo en superar). Lo que el hospital primaba era que la parturienta y la otra paciente en situación similar que compartía habitación, intercomunicaran vivencias porque ello ayudaría, además, a una relación con médicos y enfermeras casi sin obstáculos y al término del proceso maternal de ambas.

El pasado mes de agosto estuve en dos importantes hospitales españoles, excelentes en el aspecto médico y sanitario, pero con protocolo distinto de visitas. Los pacientes podían ser cumplimentados por familiares y amigos desde las 9 hasta las 21 horas salvo si los doctores o las enfermeras visitaban al enfermo. Las visitas eran numerosas. Los saludos iban adornados de grandes exclamaciones sobre el lustre de los  pacientes y, al salir, abundaban las interjecciones relativas  a un alta próxima.  Los correteos de gente menuda no faltaban y vi la habitación de un abuelo decorada con poemas de sus nietos que, por supuesto, nadie osó retirar por cuanto contribuían a su buen ánimo  y recuperación.

Ese visiteo hacía que las puertas de las habitaciones permanecieran más bien abiertas que cerradas durante el  día, el ambiente de cotorreo más  el correteo de los niños obligaba a enfermeras y auxiliares a elevar sus tonos de voz y todo contribuía a poner a prueba los oídos de los enfermos hasta que llegaba el silencio sobre las 11 de la noche, un éxtasis a disfrutar hasta las 6 de la mañana, la hora de los vampiros,  apodo cariñoso aplicado a los sanitarios que ponen las primeras inyecciones del día…

El catecismo del padre Gaspar Astete, (1537-1601) ha formado al país a través de sus más de mil ediciones --más las posteriores de  Menéndez de Luarca y la de  Benito Sanz… – inculcando que la caridad es la virtud sobrenatural del catolicismo y que  la primera de las virtudes corporales es la de visitar a los enfermos, regla que ha superado siglos e informado leyes y reglamentos de manera real o solapada hasta formar parte de nuestra cultura. Sin embargo, yo me pregunto: ¿no se podría reorganizar el protocolo de las visitas a los hospitales españoles aunque fuera un poquito?
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