lunes, 12 de febrero de 2018



MOTOS DE NIEVE, ¿DÓNDE Y PARA QUÉ?


En tres ocasiones la nieve me inquietó y en Pensilvania dejó de gustarme. El motivo: el recorrido de mi casa a la universidad (Penn. State Univ.) requería cinco minutos en coche, pero aquel invierno había nevado tanto que tardé casi una hora en hacer el recorrido y, al llegar, anduve entre los edificios por algunos pasadizos que alzaban más de metro y medio de nieve. No fue lo peor. Cuando mi mujer me recogió para regresar a casa  observamos que no echaban sal en la carretera sino carbonilla y los automóviles la salpicaban unos a otros hasta cambiar su color a una especie de charol negro.


Winter, Mountains, Height, Speed, Frost


La segunda experiencia aconteció en Dakota del Sur. Fue en el invierno de 1973 o 1974 sufriéndose la peor nevada desde 1923. Llegue a vestir dos pantalones, varias  lanas debajo de la gran parka, un verdugo me cubría el rostro y un día, cuando era hora de abandonar mi despacho, mi mujer me telefoneó para decirme que no podía arrancar el coche, pero  un vecino con potente automóvil acudiría a rescatarme, avisándome que no me preocupara si no se detenía a recoger personas que le hicieran  autostop porque de recogerlas todos quedaríamos atrapados en la nieve. No obstante, algo bueno sucedió.

Al contemplar cómo está España este invierno, he sentido más que simpatía por los conciudadanos que viven incomunicados en las comarcas remotas, generalmente del norte. En Brookings (S. Dak.), el tormentón no dejó las casas sin agua corriente porque el ingeniero responsable del servicio fue despedido y sustituido  por un fallo pequeño en el suministro, y tampoco nos quedamos sin alimentos porque llamaban a nuestra puerta jóvenes ofreciéndose para buscar en sus motos de nieve cuanto necesitáramos por unos pocos dólares.

Ha sido noticia que un joven nuestro quedó aislado ocho días en una cabaña asturiana, pero fue rescatado por un helicóptero. También que guardias civiles esquiaron tres horas para llevar medicinas a la vecina de un pueblo aislado que las precisaba con gran urgencia. En nuestra península hay motos de nieve  en Andorra, la Molina y Baqueira…, pero sólo para hacer recorridos turísticos. Pienso que algunas Diputaciones o Consejos Comarcales deberían de socorrer a las pequeñas poblaciones aisladas del resto del territorio; adquirir una simple moto-nieve acercaría las medicinas que necesitan los enfermos y podrían hasta aproximar un médico. Sería un gasto humanitario de sobra agradecido y menos costoso que el generado por  otros procedimientos.
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